viernes, 4 de septiembre de 2009

MADRE TIERRA


Queremos comenzar a postear e inaugurar el blog,con la obra y las palabras del artista plastico
Aldo Vercellino.
Lo contactamos via email ,ya que su lugar de residencia es Entre Rios y accedio a escribirnos unas palabras
sobre la mirada y respondernos unas preguntas sobre sus obras.
Recomendamos fervientemente conocer sus ilustraciones en http://blogs.clarin/aldov




VEO VEO:
Aunque no parezca -o sí parezca- hay diferentes maneras de mirar; no  es todo cuestión de orientar los ojos en determinada dirección para garantizar que se está contemplando algo, y menos aún viéndolo. Ciertamente el ojo, si lo comparamos con, por ejemplo, la oreja, es más masculino según el rumbo en que la mezcla de naturaleza y costumbre lo han encauzado; no por nada son "el" y "la", pero ésos son solamente instrumentos: en la actitud se los denomina de manera diferente: EL oído y LA mirada, tal vez por un asunto de eufonía, ya que resultaría incómodo referirse a La oído y El mirada. Caprichos que tiene el idioma...
Pero, más allá de las internas políticas entre los géneros sexuales de las palabras, hay una manera de mirar según la cual los ojos se depositan blandamente sobre los objetos, con la misma cordialidad con que se manifiesta la existencia y el devenir de las cosas; aun si se esté en medio de la guerra más feroz y cruel hay un no se sabe qué de ternura en todo lo que existe, que invita a la piedad: tanto se ablandan los ojos en ese caso que no pueden sostener las lágrimas involuntariamente depositadas a la velocidad de la ley de gravedad, es decir: despacio. En este caso las lágrimas suelen ser tibias; no como cuando en la desesperación son calientes y urgentes.
Hay otra manera, la más clásica, en que los ojos penetran y horadan; analíticos y suspicaces se esfuerzan por desentrañar al objeto y procesarlo. Sin resultados necesariamente fructíferos, ya que esa intención de entender oculta el deseo de transformar al objeto según una voluntad anterior; más que una interrogación es una inquisición con visos de acusación. Esta mirada puede traspasar los materiales más duros y a veces incomoda a la víctima, pero pocas veces logra doblegar las caparazones de la propia alma emisora.
Una, similar a la anterior, es constructiva: tiene tanta fortaleza que es la mirada misma la que crea al objeto y le da forma; lo hace dúctil y personalizado según sus propias ansiedades. Esta mirada, la del ojo demiurgo, es peligrosa pero necesaria.
La mirada que parece mirar y no mira también es conocida, por la pequeña bizquera con que se la percibe: aquí el sujeto se está mirando en verdad a sí mismo, usando como excusa a una realidad externa que le sirve como apoyo. Suele tener un dejo de melancolía que no siempre es creíble, porque muchas veces no deja ver el gozo interior de saber dónde exactamente se está y quién se es, con o sin tristeza.
Opuesta a la "mirada blanda" se encuentra la mirada esquiva, que no merece mayor consideración ya que no es recomendable, ni como dador ni como receptor, por lo mezquina: esa mirada resbala, escapa, cae, huye; y no por vergüenza sino por miedo.
La mirada inerte, "mirada del muerto", es útil para psicoanalistas; les permite ganar dinero haciendo como que escuchan a gente que hace como que habla. Esta actitud deja el campo abierto al enemigo más temido de ambos, que será caprichosamente disecado por el amigo más querido de ambos. A los ajenos a la profesión, les servirá para liberarse con prontitud de personas indeseadas; ya sea personas que aman sin ser amadas o funcionarios que ofrecen proyectos.
La mirada que traga, abierta y anonadada, indica que el sujeto ha sido poseído por el afamado "niño interior". Puede ser por diversas  causas: exceso de belleza o incomprensión; en este caso la mirada busca una ayuda que sabe que no vendrá, y aún queriendo llorar no podrá. Hay que aclarar en este punto que el niño interior no es un niño, sino un adulto que ya no es niño.
De entre todas las miradas posibles -que matizadas o combinadas se multiplican-, hay pocas de ellas que pueden ser elegidas, pero con un poco de práctica y memoria se pueden recuperar retazos de las que sean más recomendables según las circunstancias y aplicarlas como defensa simulando ataque, o -mejor- viceversa.
Y, lo mejor, para ello ni siquiera hacen falta los ojos.


ALDO

   
   
   


 

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